( Se tenía que decir y se dijo)
En este artículo (el primero del 2023) la idea es desarrollar por qué creo que los acuerdos de convivencia, así como están no funcionan. Pero primero veamos de qué hablamos cuando nos referimos a acuerdos de convivencia:
los Acuerdos Escolares de Convivencia, proveerán espacios y herramientas para que los y las estudiantes desarrollen una autonomía responsable, así como un uso de la libertad y un sentido de responsabilidad, en el marco de una convivencia donde se valoren las diferencias, la solidaridad y un sentido de construir con el otro su propia individualidad y el desarrollo de su proyecto vital
Municipalidad de Córdoba
Muy hermoso lo que plantea el documento ¿ Pero realmente son así los acuerdos que se proponen en las escuelas? La verdad es que en la mayoría de las instituciones se confunde el acuerdo de convivencia con el reglamento del aula o las reglas que quienes aprenden deben cumplir. ¿Y por qué sucede esto? Porque todavía conviven dos paradigmas dentro de las escuelas: el paradigma de la disciplina y el de la convivencia.
Recuerdo que muy al principio de mi labor como directora convocar a los chicos a charlar conmigo a mi oficina era para ellos signo que algo habían hecho mal y por esa razón solían entrar con miedo o ya “atajándose” y diciendo que no habían hecho nada malo. Años de trabajo me llevó modificar ese temor y construir desde el paradigma de la convivencia que el espacio de la dirección a veces tenía que ver con los límites ( y no lo disciplinario) y otras veces no, pero que sí siempre era desde la escucha y el diálogo.
Pablo Pineau en su libro “ La escuela como máquina de educar” desarrolla todas las piezas que la escuela moderna utilizó para construirse como tal. Y una de ellas es “la generación de dispositivos específicos de disciplinamiento” algo que aún hoy resiste y convive con las propuestas desde la mirada de una convivencia basada en los derechos de las infancias y adolescencias.
¿Y qué buscan estos dispositivos de disciplinamiento? Como se basan en el concepto de una infancia o adolescencia pasiva, carente de derechos y que debe formarse para constituirles en ciudadanos y cuidadanas, suele desoír la voz de los mismos que somete, utiliza el castigo en sus distintas formas, genera miedo en lugar de poner límites.
Estoy segura que aún hoy te encontrás con directivos que gritan e imponen su opinión desde el miedo o maestras o profesores que conciben la convivencia desde el silencio absoluto del aula y la mano levantada. Qué lástima que se pierdan ese maravilloso bullicio en el que el aprendizaje va y viene, ese pedir silencio pero para que se escuchen porque son muchos quienes quieren dar su opinión.
¿Y cómo podemos transformar los acuerdos de convivencia en dispositivos que auténticamente nos sirvan para la convivencia escolar?
Creo que el primer punto es proponernos activarlo desde la idea de construcción colectiva, es decir que auténticamente los estudiantes puedan decir lo que opinan. Y este no es un ejercicio que se logre de una vez y para siempre. Seguramente la primera vez digan aquello que se acostumbraron a ver como lo correcto o la respuesta esperable. Es probable que aparezca el “ no pegar al compañero” o “ respetarse entre todos”. ¿Pero cómo construimos estos conceptos para que no sean meras palabras que queden en un buen deseo?
Si decidimos que el respeto aparezca en el acuerdo, una buena pregunta para hacerles es ¿qué significa para ellos el respeto? ¿Cómo se ve el respeto en el día a día? ¿En qué acciones cotidianas?
En un espacio de convivencia en primaria hace mucho tiempo, me acuerdo que un grupo de estudiantes abrió debate sobre la respetabilidad, quiénes eran personas respetables o no. Y apareció la idea, compleja, que algunos docentes no eran respetables porque se posicionaban desde el miedo, desde el autoritarismo. Ese es un punto interesante a elaborar y a tener en cuenta cuando aparece. Eso es darles voz realmente a nuestros estudiantes.
En otra escuela, esta vez secundaria, organizamos con el equipo directivo un encuentro semanal con representantes de cada curso para que trajeran sus inquietudes, sus críticas y también sus propuestas. Fue un excelente ejercicio para ellos y para nosotros, poder escucharles y tener en cuenta , sin minimizar, lo que planteaban.
El segundo punto, es proponer su armado desde los derechos. Este es un item que cuesta muchas veces en las escuelas justamente por estar más ancladas en un modelo disciplinario y punitivista que de promoción de derechos. ¿Cuántas veces realmente escuchamos la voz de los chicos? ¿Cuántas veces repensamos nuestro lugar de adultos a partir de una crítica o comentario realizado por ellos? Una idea puede ser revisar en conjunto el reglamento institucional, ese que ellos deben respetar y a partir de ahí ver qué deberían hacer en el día a día para que se cumpla.
Otra posibilidad es lo lúdico: jugar a Invisible una vez por semana te puede servir para trabajar cuestiones en relación al ejercicio de los derechos, los buenos vínculos y la prevención de situaciones de violencia escolar. Te comparto aquí una guía didáctica de uso del juego para que veas un poco más de qué se trata.
Y el último item, y no menor, es conversar por qué es necesario tener un acuerdo de convivencia, qué necesitamos que ocurra en el interior de las aulas y las instituciones. La prevención de las violencias y especialmente del bullying es algo que necesitamos abordar de forma integral y con un trabajo constante, no únicamente cuando ocurren tragedias o problemas importantes.
¿ y vos cómo abordás los acuerdos de convivencia?
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Una reflexión muy necesaria! Generalmente la primera semana de clases hacemos el famoso afiches con el reglamento y queds allí,carente de sentido durante el año. Es bueno tomarlo como un puntapié para luego, tomarnos el tiempo de seguir trabajando con ello.
Gracias por la invitación a re-pensar
Qué bueno que te haya gustado la propuesta!! saludos. Laura