Durante siglos las emociones quedaron fuera del espacio escolar. A la escuela se iba a aprender contenidos, a sumar y restar, a leer y escribir. Y a lo sumo se planteaba que la socialización era también un objetivo…pero nada más.
Pero quienes trabajamos en escuelas sabemos que el aprendizaje está atravesado por las emociones, que la motivación y el placer por aprender son fundamentales. Y que la tristeza o el miedo no son buenos aliados del proceso que lleva a incorporar nuevos saberes.
Y por otro lado, sabemos también que aprendemos con los otros, de los otros y en ese vínculo también se juegan las emociones. Por eso lo grupal es vital, el trabajo sobre la convivencia en el día a día forma parte (o debería) de la currícula escolar.
¿Pero cómo abordar lo afectivo sin caer en la tan mentada gestión de las emociones?
Mi propuesta es que tomemos el eje de la afectividad que incorpora la ESI y lo llevemos al día a día.
¿Y qué dice este eje? Los irrenunciables, es decir aquello que no podemos obviar del eje son:
Tener en cuenta que las emociones y sentimientos están presentes en toda interacción humana.
Considerar que la afectividad puede contribuir al encuentro o desencuentro con los/as otros/as que interactuamos cotidianamente.
Generar las condiciones para que todos/as puedan expresar sus puntos de vista respetando las diferencias, sin anular las tensiones y conflictos presentes en los vínculos.
Respetar la intimidad propia y ajena.
Rechazar toda manifestación coercitiva del afecto, y al abuso y violencia de género y sexual.
¿Y cómo llevar estos irrenunciables a la cotidianeidad del aula?
Te comparto cinco sugerencias:
No intentar desde nuestro rol docente eliminar el conflicto. ¿Qué significa esto? Prestar atención a las situaciones de conflicto que puedan darse para identificar si son simples o es necesario intervenir. No desoír un pedido de ayuda “porque son cosas de chicos” porque lo que para nosotros como adultos puede ser una nimiedad para ellos puede ser algo grande y que los angustie.
Dar la palabra a cada estudiante sin importar si ya alguien más lo dijo o si lo que plantea está errado. Poder decir lo que sienten o piensan o contar alguna anécdota que se relaciona con lo que se está hablando es muy importante en la construcción de la autoconfianza y en el animarse a hablar en voz alta.
Enseñar buenas formas de vinculación, es decir, que aprendan a utilizar la palabra para expresar lo que sienten, sea positivo o no…pero siempre desde el decir. Si desde muy pequeños les habilitamos la posibilidad de decir lo que sienten, de expresar opiniones, de oponerse si lo sienten, no necesitarán expresar sus enojos desde el golpe o el maltrato verbal.
Abordar el consentimiento como base de un buen vínculo: que puedan pedir permiso y darlo sólo si quieren. Esto les va a ayudar a respetar y cuidar su propio cuerpo y se alinea con la prevención del abuso sexual.
Estar disponibles para acompañarles. El vínculo entre pares es tan o más importante que el trabajo con los contenidos. Nuestro rol docente no puede quedar únicamente en impartir saberes, es importante que trabajemos para que infancias y adolescencias se constituyan como sujetos de derecho.
Todas estas acciones , algunas más simples que otras, pueden abordarse en el día a día del aula para prevenir así situaciones de violencias. ¿Y vos cómo trabajás el eje de la afectividad?